Son las horas, cuartos, minutos y segundos
el tiempo en el tubo del virus
esperas entre miedo al miedo.
Cruzo el alba de la oscuridad
la luz en las penumbras de bombillas
humanizan los metros bajo tierra
durante el pavor al entrar
y la esperanza de volver a salir.
Cada día el mismo hechizo de suerte,
crece el silencio entre el ruido
de raíles de carnes prietas
al paso de un cilindro
pleno y lleno en unas,
o vacío de confianza en otras.
En la calma ruego
en el pudor de mis terrores
que llegue pronto a todos los destinos
y el universo no deje subir
la guadaña segadora de aire
oxígeno a los pulmones
y nos deje ir por viento fresco
de levante hasta poniente,
por barlovento o sotavento,
con los trapos abiertos
trazando aguas bravías con acierto
para volver a ver otras flores abrir sus pétalos
sentir la brisa del aire en la mañana
o el azahar al abrir las ventanas.
Es el tubo del tiempo muerto,
transporte de carnes apretadas,
vehículo en la superficie
del mar de los silencios.