Hermosa, firme y de amor llena. Además simpática, pero cuando quieres, ¡que lo da la tierra!.
Y ahora en esta semana, quisiera verte por la noche y por la mañana, con repiques de campana, demostrarte con pasión que el que escribe, es la mejor solución.
Con tu adorable y grata compañía, seguro que las tardes se hacen cortas, las noches largas y las mañanas, ¡Ay las mañanas!
Cuando sonríes dulzura tu mirada lleva impresa, cual anthurium de roja hoja, tierna y dulce, suave y rosa, que a vos os gusta e interesa.
Y del tallo amarillo, ¿que hacemos?, ¡pardiez!, si no conocéis semejante flor, mirad en muestra almohada, y decidme qué he de hacer para ir de visita y volveros a conocer.
¡Mi señora!, selectiva, sincera y esplendorosa, cuan duro me ponéis el gualda destino, y así…, así no puedo seguir tratando a mi sino.
No obstante para cuidar las formas y que vuestra merced no se espante, a partir de ahora…, yo iré por delante, andando con paso firme y con esmero, mientras vos, mi dulce doncella, disfrutáis del bello balanceo de este ternero, al menos así no tendré que ver vuestro garbo y luchar contra el diablo para que deje de tentarme.
Pero también os digo…, que yo sí me dejo, pues lo contrario, sería descortés y para un mal hablado…, ¡un pendejo!
Y con esto me despido, del sueño de un amor herido que de vuestro tesón sabe, pues viéndote cada día mas morena y celosa, ¡me duele, me duele mucho la cosa!
Bien seguro estando, que después de esta os estaréis carcajeando, me despido de vuestra merced, esperando que tanto dolor se me pase, pero no con el tiempo…, que sea rozando.
— ¡Madre del Amor Hermoso!, si le entrego esta misiva, vuelve a hacerme su esposo o acabo en el foso.
— De eso se trata, si no dais en el clavo, seguro que no volvéis a sufrir, simplemente…, os mata.